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Pelotuda

Una vez más, después de tanto tiempo, me dispongo a contar cómo empezó todo. Es que ahora resulta lógico lo que en su momento pensaba en la soledad de mi cama, mientras lloraba boca abajo, tapada mi cabeza por la almohada. Estoy en una silla frente a mi pupitre, sentada sola, en el primer asiento de la primera fila de la derecha, porque es esa la fila que tiene asientos de a uno. Las otras tienen asientos de a dos, y aunque no están todos ocupados, me permiten evitar la responsabilidad de tener que sentarme junto a alguien que finja aceptarme, que simule no reírse o comentar por lo bajo sobre mí. Una sola vez lo intenté. Superar con esfuerzo esa barrera implacable que me alejaba de la gente, de mis compañeras, de mis compañeros más aún. Compañero o compañera: palabras tan agradables ahora y que en aquel momento significaban solo eso: personas que compartían un mismo grado, una misma aula, pero que nunca iban a ser tus amigas o amigos. Que solo eran amigas entre sí para divertirse ali
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Nosotros tampoco le tengamos miedo.

En estos días asistimos a cierta aceptación generalizada de que la ultraderecha nos gobierne. El candidato que hasta hace unos meses literalmente puteaba a los gritos a quien osara contradecirlo ahora se muestra tranquilo, no sabemos si bien aconsejado o bien medicado. Los medios antiperonistas festejan la corrección del rumbo, porque expresa lo que ellos siempre quisieron expresar, y también porque están aterrados de quedar en la bolsa de los periodistas ensobrados. Es más, ya están entrevistando a alguien que dice haber sido su pareja, para humanizarlo. Pero los medios oficialistas tampoco se animan a contradecirlo. Nuevamente caen presos en la corrección política y solo se limitan a “explicar el fenómeno”. Hay que explicar lo más simple: lo que Milei propone no es algo nuevo, es lo que hicieron los militares en los 70, Menem en los 90 y Macri hasta 2019. Hay que redoblar esfuerzos en explicar que estamos así por una consecuencia de eso. Y desmantelar cada una de sus propuestas

Dicen que fuiste Epecuén

Nadie supo nunca porqué se te amó tanto Dicen que un día fuiste la más linda del lugar Dicen que un día lloraste con tanto amor con tanto que solo fuiste lágrimas suelo de amor y sal Tus lágrimas fueron lago que creció y olvidó todo curaba heridas de otros y permitía soñar Dicen que un pueblo sucumbió bajo tus aguas Dicen que un sueño ya se hundió bajo tu mar Dicen que no existe vida en esas lágrimas Que los ojos duelen de tanto llorar La noche que supiste que ya nada era posible la desidia bailaba al servicio del poder estalló tu rabia ciega tus lágrimas llenaron todo las paredes cedieron y no dejaste de crecer Dicen que un pueblo sucumbió bajo tus aguas Dicen que un sueño ya se hundió bajo tu mar Dicen que no existe vida en esas lágrimas Que los ojos duelen de tanto llorar Hoy las ruinas son todo nadie recuerda más tu belleza y abandono sobrevuelan lo demás Hoy la sal te cala el alma y no te deja pensar hagamos de cuenta junt

Conspiranoia

Ya vivíamos solos. Ya nos sentíamos encerrados, aislados, atemorizados. Ya veníamos siendo una sociedad desorganizada. O mal organizada, en la que el deseo cumplido es un privilegio para pocos. Ya nos veníamos preocupando por lo poco que nos veíamos. Por lo poco que salíamos. Por lo poco que nos divertíamos. O por lo mucho que costaba poder hacerlo. Y llegó la pandemia. De una magnitud inusitada. Medida, seguida y relatada paso a paso. Años anteriores morimos de gripe. No todos. Existían grupos de riesgo. Mayores de 65, embarazadas y quienes tenían enfermedades preexistentes. Casi medio millón de personas moría al año por ese motivo antes de que se decretara esta pandemia. Pero no. No nos importaba. Porque de eso se trataba la forma en que vivíamos. En no pensar en esos pobres desafortunados que morían de gripe, de denge, de ébola. Refugiados, viejos, pobres gente, mejor no pensar. Hasta que no. Hasta que un día el sistema se puso de acuerdo y decidió contabilizarlos. Y contarlos

La séptima

  Estaría   Toda una vida   Buscándole la música a tu cuerpo   Confirmar En un segundo que es posible que haya vida en este mundo   Cruzar una mirada Como quien cruza mares Sabores y colores tropicales Saber que tu cariño Descansa  como un niño Que canta melodías de Toquinho Y ver en una tarde En una única tarde Que el tiempo es el único enemigo Voy amor voy amor Corriendo atrás del hilo del deseo A encontrar algún mar En un mundo perdido yo te veo    

Colón

Nací en 1452. Ingresé a la marina pensando que lo mío era el mar. Pero el descubrimiento de nuevas tierras no llega nunca. Voy a ver si puedo encontrar la manera, conectarme con alguien que me ayude a atravesar esa inmensidad, oscura, barrosa, que dicen que nos une con otras tierras. Yo lo veo muy difícil. Lo veo imposible. Ya me explicaron que más allá del horizonte, cuando uno ve barcos que parecen hundirse, en realidad es parte de su camino, que siguen navegando hasta llegar a su destino. Si es así, me gustaría acompañar una de esas travesías. Vomitar todo lo que sea posible, porque sé que mi cuerpo y mis mareos así lo dispondrían. Es de esperar que en algún momento cesen las tormentas que tanto destruyen, o se fabriquen barcos más poderosos, o simplemente pueda conocerlos yo, transeúnte de estas tierras que se dicen firmes y tiemblan cada vez más seguido, nos invaden de lava y nos llenan de suplicios y dolor. Cuando los piojos y las ratas estén lejos, en la tierra, mi barco viajará

El antes de ayer (canción)

Ya llegó el antes de ayer.  Ya nada alcanza ni se puede querer Tanta injusticia, tanta pobreza,  tanta distancia, tanto cinismo,  tanto eufemismo Y una a una caen  Las torpes certezas que supimos conseguir Los débiles derechos que pudimos construir Y hoy  la risa vil  ensordece y disfruta que nada se resista Y no es más que una venganza ancestral y racista Antes de ayer Ancestral y racista antes de ayer Disfrazado de futuro antes de ayer Apocalíptico y senil antes de ayer Foto: www.lanoticiaweb.com.ar

Señales (canción)

Si estas señales no fueran reales estaría caminando hacia un barranco Pero si fueran todas verdaderas me estrellaría contra una barrera Donde pongo estas señales Donde pongo mis señales Si ya todo parece haber cerrado Si no hay donde vivir asegurado Asegurado Sin señales Sin señales Si señales no hubiera delante de mis ojos si nada entre nosotros existiera más que el paso del tiempo igual que un cielo rojo eclipse que se mira con anteojos Injusto mundo ciego y mal organizado miradas y señales ciegas rotas Manos que no se tocan trenes que no se abordan señales de peligro  rojas notas  rojas notas El vértigo forma parte de las cosas que no se explican y mi única irresponsabilidad es amar Mi única irresponsabilidad es amar y allá va

Sin velas (canción)

Quiero que camines hacia el sol pasional y feliz Quiero que recorras sin rencores Cada paso que das De este torpe vivir Tanto esperé este momento y ahora es lamento roto de viento Nunca podrás ser un enemigo si somos pájaros de un mismo nido Y si la tormenta torció el rumbo y si somos barcos sin velas arranquemos telas de otro mundo o naveguemos sin velas Y si la tormenta te perdiera yo me moriría en la escollera quiero que inventemos otro mundo o que naveguemos sin velas No sería justo que matáramos el tiempo ni la palabra ni la canción No hay traición, no niegues lo que somos no somos lo mismo ni lo quiero yo Solo abrazarte una vez y me cuentes lo que tu vida es nada para reprocharse si todo es amor quiero que camines hacia el sol

Cuentakilómetros

Había una vez un pibe que salía a pasear con sus amigos en la camioneta que le prestaba su papá. Pero el papá le ponía un límite. Le decía que no tenía que andar mucho, solo unas pocas vueltas por el barrio. Pero él no sabía de límites: cuando se subía a la camioneta con sus amigos, cruzaban avenidas, plazas y puentes buscando las aventuras y emociones que alimentaron las mejores anécdotas de su vida. Tampoco sabía de límites para la cantidad de gente que llegó a llevar en esa camionetita. Quince, veinte. Ya es un mito que todavía hoy se discute en bares y universidades. Para que no lo castiguen por no respetar límites, el pibe llegaba a su casa y hacía siempre lo mismo: Tomaba un cricket, ponía la camioneta sobre unos tacos de madera y hacía girar las ruedas marcha atrás, para que el cuentakilómetros también retrocediera, y no develara el secreto de los kilómetros recorridos ese día. Todas las semanas hizo eso, religiosamente: el pedido al padre, el paseo, las aventuras, el cr