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Spinetta y el resto de los mortales


Escrito para Vorterix

No podemos pasarnos toda una vida escuchando a Spinetta.
Porque nadie puede vivir con la sensibilidad de Spinetta. Nadie podría soportar sentir como Spinetta, pensar como Spinetta, vivir como Spinetta todas las horas de todos los días.
Solo él podía. Y ahora no puede más. Quizás sea que su cuerpo se enfermó por tanta sensibilidad.
Resulta inimaginable un país en el que todos sus habitantes fueran sensibles como Spinetta. Pero resulta triste también, obsceno, que quienes nunca lo escucharon ni difundieron, digan que “todos” queríamos a Spinetta, que “todos” lo admirábamos, que “todos” lo respetábamos.
Como decíamos ayer, no a todos les gustaba Spinetta. No todos lo querían. Es más: hace menos de un mes comprobamos que existía una carroña que ni siquiera lo respetaba.
Pero justamente la gran diferencia que existía entre Luis y ellos, los que nunca lo entendieron, fue lo que siempre reafirmó su eterna convicción.
La que hizo de Spinetta un ser único e irrepetible para todos nosotros, el resto de los mortales.



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